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Es Aslan, no?

—¡Yo no te creo! —dijo Galadrielaf, sorprendiendo a todo el mundo.

—Pero… si dice que ha visto a los Skraelingar con sus propios ojos —replicó Asha.

—Ya, claro. ¿Y nos tenemos que fiar? -volvió a la carga Madelaf —¡No ha traído ninguna prueba de que esos Skraelingar existan! ¡Ni ha traído a uno capturado, ni una cabeza… ni siquiera un broche o un objeto elaborado por ellos! Es una mentira que se ha inventado para sabotear la expedición y tenernos a todos asustados. ¡A la hoguera con ella!

Varios PNJs aceptaron los argumentos de la reina elfa. Los PJs se dedicaron a discutir y acusarse entre ellos. La pobre Ellaria fue atrapada entre varios PNJs y enterrada en la arena de la playa.

—¡Dadme una oportunidad y os demostraré que no miento! —dijo Ellaria cuando ya habían cubierto más de la mitad de su cuerpo-

—¡Está bien! —replicó Galadrielaf —Te dejaremos la cabeza fuera de la arena, pero entre la línea de la marea alta y la marea baja. Si aparece algún Skraeling antes de que suba la marea, te soltaremos y te pediremos disculpas. Si no…

Los PJs, deseando evitarle tan terrible muerte a su compañera, se dispersaron por los bosques cercanos, buscando cualquier evidencia de la existencia de los dichosos Skraelingar. Pero todo fue en vano. Al cabo de varias horas fueron regresando todos a la playa, con las manos vacías. Todos volvieron a tiempo de ver la horrible y lenta muerte por ahogamiento de Ellaria. Sin embargo, cuando la cazadora terminó de boquear y al fin murió, algo horrible sucedió: el rostro de Ellaria se desfiguró en una mueca de ira y odio. Se levantó de un salto de su lecho playero, empezó a respirar agitadamente y extendió su brazo derecho, como reclamando una espada. A los diez latidos de su corazón, un formidable mandoble de hielo se formó en su mano y, con un rictus de furia asesina, se lanzó contra sus asesinos.

—¡Ellaria es una valquiria! —exclamó Loboblanco —¡¿Qué hemos hecho?!

—¡No tenemos ninguna oportunidad contra una elegida de Odín! ¡Huyamos! —dijo Lyadriel.

La mayoría del grupo salió de la playa en desordenado tropel; algunos hacia el barco, otros hacia los bosques del interior. Los pocos que se quedaron para enfrentarse a la valquiria fueron rápidamente despachados por su espada Nofrost, forjada con el hielo sobrenatural del puente Bifrost que une Asgard con Midgard.

Bueno, todos no huyeron. Porque el valiente Aslan, también conocido como Halbrand el Montaraz o All Bran, no se cagó de miedo en ese instante. Se echó el pelito para atrás, dejando ver unas orejillas de elfo, y sacó de nadie sabía dónde, una poderosa espada élfica con nombre propio, Nalglin.
El choque entre elfo y valkiria fue digno de admirarse, hermoso y terrible. El acero de Nalglin entrechocaba con el acero de la espada Nofrost de Ellaria, retumbando sobre la playa como dos carneros que se embisten durante la época de apareamiento.

Pero al final, lo normal es que pase lo normal. Y lo normal es que una valkiria, entrenada a diario en los salones de guerra de Odín, acabe prevaleciendo sobre un elfo navideño como Aslan, por muy lugarteniente que hubiera sido en los ejércitos de Galadriel. La reina elfa, por su parte, era más de dirigir el combate dando sabios consejos desde la retaguardia. Finalmente, la defensa del elfo navideño Aslan acabó extendida como un trocito de mantequilla sobre demasiado pan, y el acero Nofrost traspasó su pecho, enviando su alma directa al Valhalla.

En el mismo instante en que la Valkiria arrebató la vida de un PJ, su venganza se consideró cumplida. Ellaria cayó inerte a la arena de la playa y su espíritu fue visto por última vez siguiendo al de Aslan hacia las estancias de Odín.

Dado que ambos habían sido paganos, los supervivientes les dieron el funeral pagano reservado a los héroes guerreros. Ardieron en sendas piras levantadas con troncos en la misma playa donde habían caído. Loboblanco propuso, y se aceptó, que ese lugar fuera llamado “Treinta y Tres”, por el número de expedicionarios que aún sobrevivían tras aquélla matanza.

Mientras los supervivientes contemplaban las dos hogueras y las cruces de los PNJs, Sansa dio un gritito:

—¡Mirad! ¡Un Skraeling! ¡Allí, entre los árboles!